Por Luis Fernando Pérez Bustamante
Director InfoCatólica
Cor ad cor loquitur
Treinta y tres hombres enterrados bajo tierra. Treinta y tres almas angustiadas ante la posibilidad de no salir con vida de la mina en la que trabajaban. Treinta y tres seres humanos esperanzados ante el primer contacto y al saber que su país se volcaba para rescatarlos. Treinta y tres hombres “resucitados” por el trabajo y las oraciones de muchos.
De entre todas las imágenes que hemos visto y las palabras que hemos oído en estas últimas horas, lo que más me ha impresionado es el claro y nítido sentimiento cristiano de muchos de los allá presentes. Tanto de los que salían a la luz desde el fondo de las tinieblas, como de los que estaban arriba ayudándoles a volver a la vida. La camiseta que llevaban lo decía todo. Por delante, un mensaje de agradecimiento al Señor. Por detrás, la cita de un salmo.
Como bien dice Luis Alberto Jara en el artículo que ha escrito para InfoCatólica, hay que tener cuidado y no convertir a los mineros en lo que no son:
El mundo ha caído a los pies de los mineros. Hoy ya son héroes. Y esto en parte es muy verdadero. Su sacrificio, aguante, espíritu de organización y testimonios de fe, son una muestra elocuente de las cumbres a que puede llegar la naturaleza humana, auxiliada por la gracia, en el camino de la virtud. Obviamente. Sin embargo, de ahí a canonizarles en vida me parece excesivo.
Como acertadamente apuntaba Luis Urzua, el último minero rescatado, en su charla con el presidente Sebastián Piñera -qué sana envidia me dan los chilenos de tener un presidente así-: “Bueno, Dios por algo hace las cosas. Y espero que esto sea para mejor. Para un Chile mejor“. A lo cual solo cabe decir amén.
Como acertadamente apuntaba Luis Urzua, el último minero rescatado, en su charla con el presidente Sebastián Piñera -qué sana envidia me dan los chilenos de tener un presidente así-: “Bueno, Dios por algo hace las cosas. Y espero que esto sea para mejor. Para un Chile mejor“. A lo cual solo cabe decir amén.
En verdad estamos ante un país que ha dado una lección al mundo entero. No hace mucho que sufrió uno de los terremotos más duros de su historia. Y lo están superando. Tras ver lo ocurrido en Atacama se entiende cómo es eso posible. En verdad que la patria es una especie de gran familia en la que los hombres se sienten hermanados por encima de diferencias de tipo político y social. Y precisamente ahora que acabamos de celebrar a la Patrona de la Hispanidad, creo que no estoy muy lejos del sentir de la mayoría de los españoles si digo que sentimos lo ocurrido en Chile como algo muy nuestro. Sirva ello para que recordemos que la Hispanidad es una hija predilecta de la Cristiandad. Y que, por tanto, sin Cristiandad, no hay ni Hispanidad ni verdadera identidad nacional de los países que la conforman, empezando por la que muchos llaman Madre Patria. Y si alguien duda de lo que digo, que vuelvan sus ojos a la Mina San José.