Una educación que busca la unidad entre Fe y Razón

Así como perfeccionamos las ciencias, debemos perfeccionar la moral, sin la cual el saber se destruye. (Isaac Newton)







martes, 14 de diciembre de 2010

Ejemplaridad


Por Jorge Peña Vial
Universidad de Los Andes
Artes y Letras, diario El Mercurio

Son muchas las expectativas que están puestas en los profesores. No sólo se espera que sean profesionalmente competentes, sino que se les pide, y aun exige, que sean ejemplares. Esto no acontece en las demás profesiones en el que sólo se tiene en cuenta la competencia profesional. Lo que ese trabajador, ingeniero, médico o arquitecto sea en su vida privada, no es un criterio relevante para lo “estrictamente profesional”

Saber distinguir ámbitos no debe llevar a separarlos en compartimentos estancos que llevarían a negar la unidad de vida de la persona, si no queremos caer en visiones esquizofrénicas. En el segundo piso de su personalidad, tal persona, se presenta como un honorable y competente profesional, racional y técnicamente eficaz; en el primer piso, estamos frente a un esposo ejemplar y ante un padre tierno; y en el sótano, una verdadera “casa de ...”. Como si las emanaciones pestilentes procedentes del subterráneo no se colaran ni influyeran en el primer y el segundo piso. Pero especialmente esta aparente y tan nítida demarcación entre lo público y lo privado parece del todo inoportuna en ciertas profesiones: la del profesor, y sobre todo las que tienen el singular privilegio de trabajar con personas y contribuir de modo decisivo a configurar el patrimonio ético y cultural con el que éstas regirán su existencia.

Por supuesto que cabe recluirse en lo estrictamente técnico: “a mi se me ha contratado para dar clases de matemáticas, cumplir un programa, y punto; ¡dejémonos de falsos romanticismos de pretender enseñar a través de las matemáticas otras cosas más importantes que las matemáticas!”. Siempre existirá la posibilidad de instalarse confortablemente en el pequeño recinto de la especialidad y limitarse a repartir el saber que se detenta: ¿cómo hacer para que el mayor número de alumnos llegue a la media en geometría?

Pero un profesor se torna absolutamente irreemplazable cuando con ocasión de lo que enseña, transmite un sentido del trabajo, de la vida, del sentido del humor, del respeto. El maestro enseña, pero enseña otra cosa. Su más alta enseñanza no está en lo que dice, sino en lo que no dice, en lo que hace, y, sobre todo, en lo que es. Ése es el contenido que real, misteriosa y verdaderamente comunicamos: lo que somos y luchamos por ser, lo que amamos.

El profesor tendrá ascendencia sobre los alumnos, va camino a ser un maestro, si existe unidad y congruencia entre lo que dice, hace y es. Cuando el alumno detecta fisuras, se decepciona. Lo esencial está entre las líneas de los programas y como sobre-entendido. Muchos hombres enseñan, pero muy pocos gozan de ese excedente de autoridad que les llega, no de su saber, no de su capacidad, sino de su valor como hombre.

Desde esta perspectiva toda enseñanza puede servir de pretexto para otra cosa trascendente a la mera instrucción. Sí, el alumno admira la inteligencia del profesor, la facilidad de su palabra, la amplitud de su saber, pero por encima de todas esas cualidades pide silenciosa, pero elocuentemente, una lección de vida. Esto obedece a una razón profunda: ésta es una de las notas distintivas de una vocación que es voraz y exclusivista, que lo pide todo, tanto la vida pública como la privada, tanto competencia técnica como ejemplaridad, que no sólo sean profesores sino maestros.

domingo, 12 de diciembre de 2010

La esperanza y el gozo




Por P. David Amado Fernández
Capellán del Colegio Edith Stein
Texto de: Palabra de Dios para los Domingos y Festivos. Ed. San Pablo (1998)

Toda la pedagogía cristiana se sustenta en dos ejes: la esperanza en lo que ha de venir y el recuerdo gozoso de lo que ya han visto nuestros ojos. A veces la experiencia no es personal, pero la hemos recibido de otros. ¡Cuántos milagros que pasan desapercibidos se realizan cada día! El mundo los desconoce, pero quien los experimenta no puede negarlos. Muchas veces son cosas pequeñas que hemos pedido en la oración, soluciones a problemas difíciles, reconciliación de familias… Aunque desde fuera no pueda constatarse, nosotros sabemos que se deben a una especial intervención de Dios. No podemos negar lo que hemos visto. Y tampoco podemos olvidarlo.
En el Evangelio, Jesús responde a los enviados del Bautista: Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo. Les dice eso porque lo que han visto ha de ser señal suficiente para comprender que Dios, en Jesús, obrará cosas aún mayores. Lo mismo sucede en la vida de cada uno de nosotros. Muchos maestros espirituales aconsejan a sus dirigidos que escriban en un cuaderno los frutos de su oración. Lo hacen porque muchas cosas que verán en la intimidad del corazón, no sólo ideas, sino también consuelos y afectos, les han de servir para seguir adelante. Y, además, porque de eso habrán de hablar a otros.
Las lecturas de hoy nos colocan también en perspectiva comunitaria. No avanzamos solos, sino en la Iglesia. Dentro de ella nos hemos de ayudar unos a otros. Todos hemos vivido situaciones de desánimo, o hemos comprobado cómo compañeros nuestros se desanimaban ante las dificultades. Sería absurdo decir que Dios no las tenía previstas. Pero, en el pensamiento divino, también estaba ese hermano que serviría de apoyo para los momentos de dificultad. Jesús conforta a Juan a través de los discípulos. Dios anima a Israel mediante el profeta Isaías que describe un futuro feliz en un momento especialmente duro para el pueblo. Igualmente, el Señor espera que unos a otros nos ayudemos en este tiempo de Adviento para celebrar de verdad la Navidad.

Pablo nos da ejemplo con su carta, que anima a los creyentes. De ahí aprendemos mucho: los que celebramos juntos la fe, sobre todo los domingos, no podemos sentirnos ajenos los unos de los otros, sino que estamos llamados a sostenernos mutuamente en el camino de la santidad. Los caminos pueden ser muchos y dependerán de las circunstancias, pero siempre pasarán por la oración y el testimonio. A partir de ahí, y teniendo siempre la caridad como norma suprema, se abren infinitas posibilidades, desde el acompañamiento en los momentos de prueba hasta la ayuda material o la corrección fraterna. Dios viene a visitar a su pueblo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Sentido de pertenencia II: el lema del colegio


JUSTIFICACIÓN DEL LEMA DEL COLEGIO EDITH STEIN: GAUDIUM DE VERITATE (EL GOZO DE BUSCAR LA VERDAD)

El lema desea unificar existencialmente en el trabajo intelectual dos órdenes de realidades que muy a menudo se tienden a oponer como si fuesen antitéticas: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad (1) . Para ello, el hombre debe respetar unas reglas básicas (2): la primera, saber que el conocimiento es un camino sin descanso, por tanto, el hombre debe mostrar una apertura constante al conocimiento, aprender siempre; la segunda regla, es que este camino sin descanso se ha de recorrer desde la humildad, es decir, todos los conocimientos y toda la sabiduría que se adquiera no hay que concebirlo como una conquista personal. Esto es, no reconocer que en nuestro aprendizaje suceden acontecimientos e intervienen personas que nos ayudan a adquirir lo que aprendemos; por último, se ha de reconocer una soberanía trascendental, que es el artífice de todo lo creado, de todo lo que vemos, de todo lo poco que podamos llegar a descubrir a través de nuestro intelecto y de todo lo que nos quedará por saber.

_____________________
(1) Juan Pablo II (1990). Ex Corde Ecclesiae.
(2) Juan Pablo II (1998). Fides et Ratio

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Sentido de pertenencia I: el logo del colegio



Por José Pedro Fuster Pérez
Colegio Edith Stein

La sabiduría popular nos resalta, a través de diversos dichos que lo que no se conoce, no se ama. Por eso, queremos ofrecerles un conocimiento más exhaustivo de todas las motivaciones que impulsaron el Colegio Edith Stein y así, tengan la oportunidad de adherirse con más fuerza, si cabe, al apasionante proyecto educativo que tenemos delante nuestro y que nos pide una fuerte implicación de todos los que soñamos.

EL LOGO DEL COLEGIO. JUSTIFICACIÓN FILOSÓFICA-TEOLÓGICA

En el centro del logo preside la cruz como signo principal de la identidad cristiana de la empresa que promueve el centro educativo y porque Edith Stein, titular del colegio, encontró en ella la gracia de probarla hasta el fondo. Llegó a afirmar cuando fue transportada al campo de concentración: Ave Crux, spes unica! (te saludo, Cruz, única esperanza). Juan Pablo II en el día de su beatificación en 1987, afirmó: nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein..., fue una verdadera adoradora de Dios, en espíritu y en verdad. Edith, cuando entró en el Carmelo eligió por nombre el propio itinerario de su camino a la conversión, Teresia Benedicta a Cruce. Teresa, por la santa que le ayudó a encontrarse con la persona de Cristo; Benedicta, por san Benito, el santo con quien aprendió a rezar; de la Cruz, por la cruz de Cristo, que deseaba llevar sobre sí: Teresa bendecida por la cruz.[1]

La parte superior del logo, dividida en dos partes por la cruz pero unidas en cuanto significado, representan el primer paso para alcanzar la verdad y de la que parte Santo Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios: CREDO UT INTELLEGAM (creo para entender). La parte izquierda, es la FIDES (fe) de color rojo-granate (dolor, sufrimiento, muerte) y traspasado por líneas oblicuas (dificultad para entender en su plenitud este misterio en la vida del hombre). Esta primera parte se puede resumir con el versículo: “es gloria de Dios ocultar una cosa, y gloria de los reyes escrutarla”[2] . La parte derecha es el entendimiento, la RATIO (razón), de color azul que representa el avance cuantitativo en la verdad, es decir, gracias a la confianza que deposito en el testimonio de los demás (Sagrada Escritura, Sagrada Tradición y Magisterio de la Iglesia) avanzo mucho en mi caminar hacia la verdad. En cambio, si desconfío seré lento en el progreso. Esto mismo sucede en la ciencia y a los propios investigadores, gracias a la confianza que depositan en otras investigaciones logran descubrir lo que desean descubrir en un espacio corto de tiempo.

Podemos afirmar que con la parte superior evitamos un racionalismo miope.

La parte inferior del logo, dividida también en dos partes por la cruz, pero unidas igualmente, en cuanto significado. Representa el segundo paso para alcanzar la verdad: INTELLEGO UT CREDAM (entiendo para creer). Esta vez, la parte izquierda es la RATIO (razón), de color azul, que representa el avance cualitativo. Si antes confiaba en el testimonio de los demás ahora confío en mi entendimiento para conocer la realidad de las cosas. Subestimar esta capacidad y pensar que somos incapaces de alcanzar la verdad, es proclamar una falsa modestia. Si algo caracterizó al pensamiento de Edith Stein fue su búsqueda incansable a través de la razón. De ahí que al final viera con meridiana claridad la esencia de las cosas mismas. No se fatigó y se embarcó en un camino sin descanso. La parte derecha vuelve a ser la FIDES, que precedida por la razón, sabremos dar razones de nuestra fe y esperanza a quien nos la pidiere.

Podemos afirmar que con la parte inferior evitamos un irracionalismo salvaje y al fideísmo.
[1] Teruel, Pedro J. (2006). El camino de Edith Stein. Suplemento a la Charla-Coloquio “Razón y Fe”. La Ñora. Murcia
[2] Proverbios (25,2)